Residencia en Vicente López / Arquitecta Paula Herrero

Un barrio apacible en el primer cordón suburbano, con calles y casas que son la postal de otros tiempos. Sin embargo algunas sobreviven y, cuando toca intervenir sobre ellas, el desafío es conjugar historia y contemporaneidad de un modo abierto y respetuoso. Tal cosa sucedió a Paula Herrero en este […]

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Un barrio apacible en el primer cordón suburbano, con calles y casas que son la postal de otros tiempos. Sin embargo algunas sobreviven y, cuando toca intervenir sobre ellas, el desafío es conjugar historia y contemporaneidad de un modo abierto y respetuoso. Tal cosa sucedió a Paula Herrero en este encargo, en que debió actualizar una típica casa de inspiración inglesa de las que pueblan la zona, edificada en dos plantas con altillo, detalles eclécticos, pequeños patios y terrazas y un encantador jardín. La arquitecta propuso recuperar su espíritu original, conservar los espacios compartimentados y sucesivos, sumarles luz natural, renovar sus aires. Y así lo hizo.

Pinotea Antigua
Perfilería de Hierro Original
Mosaicos Calcáreos
Concrete Grey
Quebracho Blanco Recuperado
Multilaminado de Guatambú
Mármol de Carrara
Trencadís

La intervención recuperó los pisos originales de pinotea. También puso en valor el gran ventanal abierto al jardín, de perfilería de hierro con vidrios fantasía martelé. Este elemento inspiró ventanas internas que conducen la luz natural a los ambientes más sombríos. Se dispusieron en el área social varios muebles diseño de Paula Herrero Arquitectura, como la mesa de comedor con tapa de madera de soita con cera y base de acero con acabado color grafito mate; o la biblioteca escalera en madera de roble pintado de blanco poro abierto. Sillones Paul de la tienda de Federico Churba, lámparas colgantes Tatou diseñadas por Patricia Urquiola y de pared Fold, de Vibia.

En un rincón bajo la escalera se inventó un toilette. Tres decisiones mínimas: una piel traslúcida de vidrios fantasía separa apenas el área íntima del área pública, un piso monolítico calcáreo color gris cemento ancla el espacio y el dúo espejo + bacha, que juega suspendido en el aire.

Paula Herrero diseñó íntegramente el equipamiento de la cocina, de madera multilaminada de guatambú con cantos a la vista, acabado de cera natural incolora y mesadas en Silestone Blanco Norte. El piso es Concrete Grey de 1,20 x 0,60 m. La grifería, FV de Barugel. A la altura del comedor diario, la biblioteca que oficia de cerramiento virtual también fue diseñada por el estudio y está hecha en caño rectangular de acero acabado grafito con estantes enchapados en roble pintado de blanco.

Pisos originales reciclados de mosaicos calcáreos y venecianos y azulejos blancos biselados clásicos en la sala de baño principal, que recrean la atmósfera de los interiores del New York de los años ´50. Un volumen de madera multilaminada apoya sobre una ligera estructura de herrería y contiene la bacha de Silestone Blanco Yucon; como el perchero de planchuela plegada, diseño del Estudio. Bañera monolítica revestida en mosaico veneciano color crudo.

El vestidor fue integrado al dormitorio en un espacio único. Se generó un tamiz rítmico de listones de madera multilaminada de guatambú con cantos a la vista y acabado de cera natural incolora: de un lado, contenedor cerrado de piso a techo con capacidad de carga y guardado; enfrente, estructura metálica con volúmenes suspendidos y planos horizontales de apoyo. Un diseño del estudio de Paula Herrero denominado Siri.

A la sala de estudio se le incorporó carpintería metálica de dimensiones importantes que la conecta visualmente con la terraza, el mural y el patio de acceso. Mesa de una pieza de madera de soita sobre estructura de hierro, banco cajonera, biblioteca suspendida y mueble de apoyo en MDF laqueado, todo diseño PH.

El piso original del zaguán fue respetado, mientras que los adoquines del patio fueron una propuesta de la arquitecta. La puerta de acceso fue resuelta por el artista de la madera Fernando Moy. Gran personalidad aporta al espacio un banco que el muralista Roberto Sorondo realizó in situ en trencadís, particular revestimiento de azulejos, venecitas y otros elementos cerámicos partidos y recombinados.

Se proyectó un baño para el pabellón de jardín que la arquitecta define como “monolítico, crudo y esencial”. Dos planos horizontales grises: el piso de mosaico calcáreo y la losa de hormigón visto con un lucernario corrido que separa de la medianera. Como mueble, caja en madera multilaminada de guatambú con lustre mate y bacha y mesada interior en mármol de Carrara apomasado. La grifería es Temple de pared de Barugel.

Las paredes con acabado de enlucido peinado se pintaron color arena, excepto el sector de ducha que recibió estuco gris. Dentro de esta caja neutra, el equipamiento fijo se materializó en guatambú natural con cera. Las dimensiones mínimas en planta son compensadas por la altura interior entre losas y por la luz natural rasante sobre la pared de fondo que proviene de la lucarna.

Junto a la pileta se armó una zona con piso de durmientes recuperados de quebracho blanco. Se diseñó un espacio exterior semicubierto que permite un estar soleado en invierno y con sombra en verano; estructura de perfiles metálicos doble T y U color grafito. El pabellón de jardín, con revoque buñado texturado, reúne múltiples usos en una superficie mínima: depósito, vestuario, baño y cocina exterior –pequeño espacio de mesada y guardado contenido tras una puerta plegadiza de lapacho macizo ranurado–. La arquitecta Chunchuna Villafañe y la dueña de casa, aficionada a las plantas, tomaron en sus manos el paisajismo.

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